grafico con el uso de las lenguas cooficiales en españa

Primeramente, las expresiones tienen la posibilidad de tener equivalencias en otros lenguajes, y solo cobran sentido en este acto que los lingüistas llaman actualización, esto es, en el instante en que son utilizadas por un orador preciso, en un contexto concreto, con una intención clara (la de ocasionar cierto efecto al interlocutor) y sabiendo al interlocutor al que van dirigidas estas expresiones. Todos estos causantes dotan a la palabra de sentido en un acto de comunicación. Todos estos causantes son los que tenemos en consideración a los traductores expertos en el momento de traducir un artículo. Y digo bien un artículo: no un parágrafo, no una oración, ni muchísimo menos una palabra. En el momento en que alguien nos pregunta (a todos y cada uno de los traductores nos pasó en algún momento) ¿de qué manera se traduce esta palabra? o «¿de qué forma traducirías esta oración?», la contestación es invariablemente exactamente la misma, expresada, según la situacion, de distintas formas, aproximadamente cordiales, pero siempre y en todo momento con exactamente el mismo propósito: «es dependiente del contexto», «a conocer, da’ m el parágrafo entero y explícame sobre qué es el artículo», «¿qué piensas que soy, un diccionario?», «¿por qué razón no le cuestiones a tu abuela?». Dicho de otra manera, es dependiente de qué se esté deseando decir con estas expresiones, exactamente en qué instante, para qué exactamente y para quién. Y quien las afirma y por qué razón. Todo lo mencionado es lo que se traduce. No tomar en consideración estos causantes de la comunicación humana es no comprender lo mínimo preciso para ser traductor.

Seguidamente, y esto, por supuesto, es una consecuencia directa de lo que acabo de mostrar, este modo de tratar las expresiones es algo dañina, puesto que mina la manera en que concebimos nuestro trabajo. Quienes piensan que somos traductores de expresiones (o puros «encajadores de expresiones», como ahora dije en otra entrada de este blog) tienden a vernos como sencillos máquinas que arman puzzles lingüísticos aproximadamente simples y que próximamente van a ser sustituidos por Google plus Translate y sucedáneos. De esta visión de la tarea del traductor deriva una sucesión de secuelas que tienen la posibilidad de ser deplorables para nuestro trabajo, como dado que en Chile haya carreras de «técnico en traducción», de cortísima duración, concebidas para los que no son siempre seguidores a la lectura y que no ven la traducción como una actividad intelectual sino más bien como un mero ejercicio mecánico al alcance de cualquier persona que haya conseguido los principios de una lengua extranjera. Como ahora he expuesto antes, estas carreras son prácticamente una estafa, y los perjudicados son generaciones enteras de jóvenes que egresan sin las herramientas intelectuales primordiales para realizarse profesionalmente… y abonar las abundantes deudas que contrajeron para costearse la carrera . De esta visión de la labor del traductor sale asimismo la mala práctica que disponemos de cobrar por palabra y no por hora de trabajo, una práctica que nutre este círculo vicioso, haciendo más fuerte la impresión de que somos sencillos encajadores de expresiones y justificando prácticas en mi parecer poquísimo morales (pero recurrentes entre las agencias de traducción), como la de no abonar por oraciones que se repiten.

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