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La adaptación de los seres vivos al medio en el que viven forma entre los hechos escenciales de la biología, que induce a meditar que los organismos fueron diseñados para una finalidad o propósito. El teólogo inglés William Paley usó, a inicios del siglo XIX, este diseño de los organismos como prueba irrefutable de la presencia de un Dios constructor, acreditando la proposición bíblica creacionista. La situación experimentó un cambio drástico en 1859 en el momento en que Hables Darwin ha propuesto, en su obra El origen de las especies, el principio de selección natural como el mecanismo a través de el que puede justificarse, sin precisar recurrir a la intervención divina, la existencia de un diseño adaptativo a los seres vivos. Las serias adversidades que halló la selección natural para ser admitida, más que nada en los años que prosiguieron la desaparición de Darwin, acabaron en el momento en que la síntesis neodarwinista situó a la selección natural actuando sobre mutaciones surgidas a la suerte, como el mecanismo orientador de la evolución. No obstante, la selección natural no es un mecanismo especial sino la adaptación va acompañada, en no escasas oportunidades, de resoluciones ventajistas, como es la situacion de la evolución del pulgar del panda que ha popularizado Stephen J. Gould. Véase el libro de S. J. Gould The Panda’sThumb (1980), traducido al español con el título El pulgar del panda, Hermann Blume Ediciones, 1983., o aun de fallos obvios de diseño, como el que se genera en la predisposición de las terminaciones inquietas de las células de la retina que produce un punto ciego en exactamente la misma en el momento en que se reúnen para conformar el nervio óptico. La selección natural se comporta de manera frecuente, mucho más que como un ingeniero especialista en diseño, como un genuino chapucero o, en expresiones de Richard Dawkins, actúa como lo haría un relojero ciego. Véase el libro de R. Dawkins The BlindWatchmaker (1986), traducido al español con el título El relojero ciego, Editorial Tarea, 1988. y no como el Dios constructor que invocó a Paley.
Erasmus Darwin: un hombre del Renacimiento
La primera oportunidad que oía charlar de Erasmus Darwin fue hace varios años, a lo largo de la presentación de una proposición doctoral sobre la pintura de paisaje inglesa en los siglos XVIII y XIX. Un amigo del doctorando me comentó que Erasmus Darwin, el abuelo de Darwin, fue el primero en argumentar de qué forma se forman las nubes, y detallar los frentes fríos y calientes, y su predominación en el tiempo, asimismo fue el primero en proteger el trazado de mapas del tiempo. Erasmus Darwin se refiere al mecanismo de capacitación de las nubes en una carta de 1784 a Josiah Wedgwood, semejante a una descripción de la ley universal de la expansión adiabática de los gases. Según historiadores de la ciencia, sus especificaciones de las capas superiores de la atmósfera no fueron superados hasta la década de 1950. A propósito, que en la familia Darwin, sobran las psiques despiertas, ya que Francis Galton, nieto de Erasmus y primo de Hables quien realizó el primer mapa del tiempo en The Times (1 de abril de 1875, que exhibe el tiempo desde el día previo, 31 de marzo), en este momento una característica estándar en los jornales de todo el planeta.
El lenguaje innato
En la época del siglo XX, el lingüista Noam Chomsky mantuvo que, ya que un niño puede comprar un idioma velozmente y sin mayor rigurosidad, lenguaje había de ser una capacitad innata del humano. Esta iniciativa se apoyó en la presencia de una gramática universal (de ahora en adelante GU), esto es, en la afirmación de que todas y cada una de las lenguas de todo el mundo tienen una composición común.
Según Chomsky (1965), vamos a poder desarrollar una «teoría de la composición lingüística» si esta incluye «una explicación de los universales lingüísticos y asigna al niño el saber implícito de estos universales» (p. 27). De hecho, para la GU todas y cada una de las lenguas podían ser reducidas a características universales que forman la naturaleza real del lenguaje humano.