En el momento en que nacemos, hay una sección esencial de quienes vamos a ser que viene cierta por la civilización del sitio donde creceremos, y la civilización de nuestros progenitores. La “cultura” incluye un patrón de ideas, opiniones, prácticas y hábitos que comparte un conjunto de individuos, o una sociedad. Frecuentemente no sabemos de cuánto nos marca esta “cultura” especial, y la vivimos como lo habitual, lo que hace todo el planeta, y no la cuestionamos. Es en el momento en que salimos a otros países que tenemos la posibilidad de percatarnos de que hay otras maneras de convivir, otras reglas sociales, otras tradiciones.
La civilización nos marca lo que valoramos de uno mismo y del resto. A quien tenemos en cuenta guapo/a, exitoso/a, respetable, etcétera, viene preciso con lo que nuestra cultura nos ha inculcado en las relaciones con otros. De ahí que, un individuo con discapacidad va a tener vivencias muy dispares según la civilización donde viva. Y sucede que siguiendo una interpretación popular de la discapacidad, esta es dependiente de la interacción de las especificaciones particulares de la persona con discapacidad y del ambiente. La civilización impacta en la percepción sobre la discapacidad, el comprensión sobre sus causas, la resolución de buscar acompañamiento, la integración popular, la experiencia y la convivencia familiar, y la contestación de los expertos incluyendo los médicos. Por poner un ejemplo, en algunas etnias asiáticas se estima, como signo de respeto y educación, que pequeñas y mujeres no hagan contacto visual con el resto y sean reprochas o tímidas. De ahí que, se ha percibido que en este ambiente se tarda mucho más tiempo en advertir a una pequeña con autismo que un niño, del que se aguardan hábitos de liderazgo en la sociedad. El comprensión sobre el origen de la discapacidad asimismo cambia, desde relacionarlo a pésimos espíritus, a equivocaciones de los progenitores, o aun verlo como una prueba a sobrepasar para ganarse el cielo. Estas percepciones impactarán poderosamente en la resolución de la familia de realizar lo viable a fin de que el integrante con discapacidad se integre o no en la sociedad, tal como en la contestación de los expertos, si se busca asistencia.
Las ventajas y los datos detallan que la educación intercultural políglota (EIB) es esencial.
La gente políglotas tienen mayor elasticidad cognitiva. Charlar mucho más de un idioma deja tener un repertorio mucho más extenso de significados y referentes, mucho más capacidades para la resolución de inconvenientes y la toma de resoluciones, mayor concentración pasando de una labor a otra mucho más de manera rápida sin perder atención y rememorar mucho más información. Además de esto, ser políglota tiene provecho neurológicos y de salud: un incremento de la elasticidad cerebral ayuda a un retardo de 4 o cinco años en la aparición de demencia (reducción de la posibilidad de tener alzhéimer), un retardo en el envejecimiento y provecho sociales por un mayor avance de la empatía.
Ya hace cinco décadas, América Latina ha establecido programas de EIB liderados a promover una educación con mayor pertinencia cultural y lingüística para los educandos indígenas. Estas ideas, generadas primordialmente como contestación de los gobiernos a las solicitudes de los pueblos indígenas, se han enmarcado en las transformaciones legales de naciones que comenzaron a reconocerse como multiculturales y plurilingües.