En este momento que la gastronomía se volvió una religión y los chefs dioses del Olimpo, da la sensación de que todo, desde el cine al arte pasando por la literatura o el deporte, orbita a su alrededor. Como les he contado en algún momento, llevamos meses apostando de tan tiránica fe. No soporto los programas de cocina, me carga a esta gente que manda por Fb fotografía de lo que come (Ole el salmorejo de mi Angelinas, está para ponerle un piso!) Y me carga, más que nada, la cursificación, valga la palabra , que la gastronomía hace del lenguaje. ¿Vieron qué sobredosis de diminutivos emplea la multitud en el momento en que charla de comida? Que si una merluza, que si una cazuela y unas alcachofatas con su ouet y su jamoncito e inclusive un refrito… Mencionado lo anterior, me gustan mucho los libros de cocina y mucho más aún los que, con ella por coartada, aprovechan por contar algo atrayente o interesante. Acabo de leer uno muy divertido. Tiene por nombre El banquete de los dictadores y usa la gastronomía para procurar saber el lado humano –y este “humano” va con todas y cada una de las comillas que la situacion necesita– de los sátrapas. De esta manera he podido conocer que Hitler, pese a tener verídica debilidad por los pichones rellenos de lengua y también hígado, optó por hacerse vegetariano. Parece ser el régimen nazi era increíblemente sensible al mal animal (sí, como lo sienten) tanto, que llegó a prohibir el consumo de foie-gras en Alemania y en todos y cada uno de los países que cayeron bajo su férula. Si Hitler sentía respeto por los animales, Idi Amín Dadá, aquel déspota ugandés que devoraba a sus contrincantes solamente decapitarlos a fin de que su carne estuviese bien fría, tenía devoción por la reina de Inglaterra, a la que mandaba arrebatadas cartas de amor. De ahí que, ocasionalmente modificaba de dieta y ofrecía a sus amigos té con sándwiches de pepino y muffins. “No me agrada tanto la carne humana”, confesó a uno de sus convidados mientras que degustaban un exquisito lapsang souchong. «Es bastante salobre por mi gusto». De Stalin se enseña que, si bien era un hombre muy ocupado (purgar, encarcelar y matar a veintitrés miles de individuos hace ya tiempo) no excusaba una aceptable mesa. Y más que nada una aceptable sobremesa. Los rusos son muy dados a prolongar las comidas por varias horas, pero aquellas comidas suyas en la georgiana eran genuinas maratones gastronómicas.
Cuentan que el presidente Tito terminó devolviendo tras una de esas cenas inacabables que acostumbraban a perdurar mucho más de seis horas. Para acoger a sus huéspedes con estos cortes tenía un aliado particular, su chef Spiridon Putin, abuelo de ustedes ahora se han soñado quién. Mussolini diríase que devoraba ajos crudos en ayunas, no solo pues son depurativos sino más bien pues, según afirmaba él, mejoran el cutis y tienen poderes estimulantes. Resulta algo incierto que el ajo lo realice a un mejor apasionado, pero no hay duda de que Duce era un hombre atrayente. Cuando menos a mucho más de 2 –o mejor tres– metros de distancia habría que añadir. ¿Qué revelan de un individuo las opciones de cocina? ¿Se puede acertar de qué manera es alguien con lo que come? Yo me fijo bastante en lo que escogen la gente –y especialmente los hombres– con quienes comparto mesa para sacar después ciertas conclusiones a la violeta. De ahí que les puedo mencionar que me fío mucho más de alguien que solicita un guiso o un plato de cuchara que de otro se decanta por uno muy complejo o de tendencia, asimismo me agradan mucho más los gozes que los que comen sano y , más que nada, siento debilidad por los hombres que toman postre. Claro que esto tiene una explicación algo freudiana, me temo. Mi padre era muy dulce. Le encantaba el arroz con leche, devoraba crepes de dulce de leche y moría por el tocino de cielo. Sea con lo que sea, todos juzgamos y catalogamos de manera permanente a la gente con lo que hacen, dicen, visten, comen, y más que nada, por de qué manera comen. Se me sucede que Navidad es el instante ideal o para efectuar esta clase de observación sociológica. Lo que se forra a comer, el frugal, el sibarita, el objetivo, el vulgar… Dime de qué forma comes y te afirmaré quién eres o de qué forma te agradaría ser. Contentos fiestas a todos nosotros así sean sibaritas o gourmands.